Imagen tomada de: https://buenavibra.es/movida-sana/salud/11-signos-de-alerta-para-reconocer-el-golpe-de-calor/
En algún punto de nuestra vida todos leímos El Extranjero de Albert Camus. Y también nos dio calor... Y desde luego matamos a un árabe como Robert Smith en su canción de 1984 (¿otra referencia a más literatura este número? Por ahora no).
Está bien, no digo que todos hayamos leído la novela. Y tampoco es que me volara la barda con decir que también matamos a un árabe. Es una metáfora, aunque en la novela no haya sido así. Y no son spoilers, esto es la chispa que detona el resto de la novela, ni siquiera estoy contando el final.
A lo que voy es que en verdad este personaje "extranjero" (que no es extranjero por nacionalidad, sino por ser ajeno completamente a ciertos valores existenciales de la sociedad donde vive) terminó por dispararle al árabe por el calor. Por más que los personajes hayan intentado justificarle o injustificarle las acciones. Querían encontrar una razón ajustada a los preceptos morales, lo mismo en el caso del velorio de su madre (esto sí no lo contaré) y no lo lograban.
En fin que esta parte de El Extranjero sobre el calor como factor que lo hizo matar al árabe, tiene su razón de ser. Tiene su grado de verdad. Como comenté en el párrafo anterior, queremos encontrar lógica, nos puede sonar tonto y a una excusa barata: "¿cómo es posible que sólo porque le dio calor jaló el gatillo?" será la pregunta que se hagan varios, pero insisto en que sí.
A ti, lector, te aseguro que en algún momento el calor fue un golpe brutal que te hizo actuar casi salvajemente en busca de sombra. Te dio un ataque de agresividad en el que llegas al punto de desesperarte con la gente que ves alrededor de ti, que parece no inmutarse aunque el sudor escurra por su frente pero el rostro se vea tranquilo.
Por ejemplo, a mí me sucede en el tranporte público en estos días de mayo. Alrededor de las 3:30 de la tarde, espero la ruta 626 en la Expo. Justo cuando pasamos por la glorieta de los Niños Héroes (hoy transformada en un recordatorio obelístico sobre las personas desaparecidas) el sol pega de lleno en el lado izquierdo del camión.
Pues bien, hay asientos libres precisamente en ese lado donde también el vidrio de la ventana juega su papel para elevar la temperatura. Y me han tocado dos casos que me parecen difíciles de comprender:
- Gente que, avorazada, te avienta para conseguir ese asiento rostizador.
- Gente que ya va sentada ahí y, además, va dormida con la cara recargada en el cristal.
Entonces, la temperatura alta me ha hecho desesperarme y pienso en cómo es posible que ellos no luzcan afectados. Cómo es posible que el cerebro, en el caso 1, les haga darle prioridad a sentarse en esos lugares. Más cuando ves que es gente despierta, entera, que tiene mucha energía. Ahí digo, "carnal/morra, ¿por qué no mejor te vas parado/a?".
En el segundo caso puedo comprender que el sueño los vence, pero, por Dios, te estás dando la quemada de tu vida en el rostro, con el parietal adherido al vidrio. ¿En serio ni eso te despierta?
Podría decir que admiro esa gallardía, ese estoicismo. Pero yo, bajo la presión del calor, he estado al borde del odio. Sin hipérboles. En serio me vuelvo alguien despreciativo cuando los grados se elevan. He contestado feo a alguien que me pregunta la hora, por ejemplo.
No voy a llegar al extremo de este amigazo extranjero de Albert Camus, pero el personaje se desesperó ante tanto parloteo y, por tener un arma en la mano, terminó disparando. No porque quisiera matar a alguien. Fue una reacción, el estrés tomó posesión de él, más otras razones. Pero mejor lean el libro. Tiene cosas más interesantes sobre el existencialismo y la moralidad de nosotros los humanos, los seres "pensantes". Yo sólo recordé que el calor es un factor muy importante en las reacciones que tenemos, sin importar que seamos las personas más tranquilas de la ciudad.